Un gato bien pintado

 

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No tiene importancia el hecho de que sus opiniones sean las propias de un imbécil. Pero sí el que las servidumbres creadas por la sociedad democrática –en este caso Internet– hagan que tengamos que tragárnoslas.

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Cuando se ha tenido éxito parece también que se tiene más razón. Solemos estar dispuestos a interpretar como verdades lo que son opiniones, sí, de alguien que puede haber manejado bien los resortes del poder o haber tenido suerte.

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Ensayan más que los Rolling Stones pero luego se arrancan con el ¡Ay, chíviri, chíviri! y así hasta mañana por la tarde. Dice A., que es extranjero y ha debido aguantar el tormento, que no es posible para un grupo de seres humanos tocar y cantar durante tantas horas la misma canción sin que les estalle el cerebro. O a lo mejor ya lo traen de casa estallado.

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Hace bastantes años era una mujer muy bella, y en cierta manera lo continúa siendo. Por eso no se entendía el misterio de que se enamorase de un tipo tan feo y corto de mollera. Pasados treinta años ha caído el velo: ahora el marido es clavado al padre de ella; cuando los rasgos que la juventud no permitía ver han terminado apoderándose de su cara por completo, se entiende que la bella percibió un futuro que los demás ni sospechábamos.

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El cuadro sin su hemisferio complementario no es más que la mitad de su propio sistema. Leo Steinberg.

Para describir ese complementario que falta: vemos con los ojos del pintor, exactamente lo que él quiere que veamos y del modo en que debemos verlo. Ves por mis ojos.

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Un error habitual de los formalistas (¿queda alguno?) es abreviar el problema poniendo una forma oscura donde el clásico colocó un gato. Atribuyen el gato, su presencia en el cuadro, a una necesidad muy material de la que ellos se habrían liberado. No tienen en cuenta la gran generosidad que hay en las almas de quienes, además de precisar de una forma oscura para el equilibrio de su composición, nos regalaron un gato bien pintado. Todo un carácter.

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Me dicen que no hablo de Goya o El Greco. Lo cierto es que, más allá de su presencia en la historia del Arte y algunos cuadros sueltos, no me interesan directamente. Son pintores para gente joven, fácilmente impresionable.

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Tomando el Impresionismo como imperativo estilístico lo definitivo son Las ninfeas de Monet. Todo lo demás es prescindible o ya estaba comprendido en la pintura anterior. Sólo Las ninfeas abren paso, aunque todavía tengan menos prestigio intelectual que las –para mí– aburridas geometrías de Cézanne que dieron pie al Cubismo.