Dar por sentado

 

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La metáfora suele ser innecesaria y muchas veces ridícula. Comparar el pecho de la mujer amada con una paloma temblorosa y el vientre con la caja de una guitarra es mercancía de bazar chino. Quevedo, pura lejía cuando ríe de aquellos que le ponen tanta nieve al cuello de una mujer, que más que cuello parece Moncayo.

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Está de actualidad la corrupción de los políticos. No sé qué esperaban. Peor que la corrupción es que la gente pierda la confianza en la Justicia, que haya diversas justicias en base a quién eres y cuánto tienes.

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El engaño es una seducción: sólo puede triunfar si la parte engañada está dispuesta a dejarse engañar. La persona traicionada sólo ve los signos que desea ver y bloquea el resto.

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Tengo anotado: Lo que sucede cuando la edad te pone en tu sitio y entiendes qué eres y hasta dónde puedes llegar. Lo apunté para desarrollarlo un poco y buscarle mejor forma pero ahora que lo veo siento que no vale la pena, que lo suyo –para quien le apetezca– es seguir el sendero de baldosas amarillas y dejarlo como está.

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El río no era tal este verano y bajo el puente, dejando ver las pilas y sus cimientos, estaba el único charco en unos kilómetros. Un poco más abajo añade aguas el arroyo Matacorderos cuyo nombre no precisa explicaciones: corre con tal rabia cuando caen los aguaceros de otoño que se lleva por delante a cualquiera que intente cruzarlo.

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Otorgar a la ciencia carácter de divinidad no sólo es patraña sino cursilería.

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Aquel pintor tenía una mente tan sutil e ingeniosa que alumbraba a cada instante ideas tan extraordinarias que eran imposibles de llevar a la práctica.

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Decía Picasso –y a la gente le encanta la frase– que si viene la inspiración es mejor que te encuentre trabajando. Y cabe preguntarse: ¿haciendo qué? Pintura por metros, cuadros intercambiables, material para galeristas.

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Lo que opina Hillgart, responsable del espionaje británico en España durante la guerra, sobre March: Trabajó como espía para nosotros durante la I Guerra Mundial, ayudó a financiar la rebelión franquista en 1936 y compró doce bombarderos para Mussolini. Era un hombre bajo, delgado, codicioso, astuto, carente de moral y monstruosamente retorcido. Para March la corrupción era un hecho que daba por sentado. Fue encarcelado por cohecho y para 1939 era el hombre más rico y marrullero de España.