La primera, farsa; la segunda, tragedia.

 

 

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La copia de la cabeza del Inocencio lista para terminar. Encore un effort y ya. Qué tensión, qué nervios alerta hay que mantener para que el pincel vaya al lugar exacto, en el que unas veces pinta y otras despinta, pone o quita, afirma o niega. No se puede medir, eso queda para otro tipo de retratos: no hay límites y la forma se escurre, burlándolos. Fascinado y al tiempo jurando que nunca más. Si fuera verdad, porque tengo ganas de darle un repaso a la cabeza de la Sarmiento, casi un fantasma, cuyo vestido pesa y la cabeza es apenas un roce con aceite sucio.

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Tan joven y ya pendiente de todo lo que no sirve para escribir. Se comprende. Recuerdo a Dalí, pintor al que detesto, cuando dice en su diario que comer caviar es fácil porque siempre hay marquesas o burguesas dispuestas a invitarte, que lo difícil es ganar para los garbanzos de cada día. Cierto.

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El calor es sofocante. Salgo tarde de casa pero el pueblo, con tanta piedra, se recalienta y en la noche suelta fuego. En las terrazas de los cafés han puesto ventiladores muy grandes con bruma de agua y las mesas frescas están muy disputadas. Leo la prensa regional y por ella me entero de lo que van diciendo los políticos. Es más o menos lo de siempre: falta de memoria y buenas palabras.

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Desde aquí no veo cómo envejecen los conocidos de antaño y de vez en cuando me llevo un susto. Sigo poniéndoles cara de entonces hasta que salen en un periódico o en la tele y su cara de ahora borra la de ayer para siempre.

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Es la razón por la que no vuelvo al pueblo en el que me crié. Lo sigo teniendo en la memoria, puedo reconstruir calles enteras y no quiero perder eso. En mi cabeza no cambia, el tiempo no le afecta.

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Las personas y también las naciones enloquecen de cuando en cuando. Ahora mismo da la impresión de que estamos entrando en uno de esos ciclos perversos. El síntoma puede ser que la gente, incluso la cultivada, presta atención a individuos con un discurso que en otros tiempos hubiera movido a risa.

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No veo ideas nuevas en Iglesias y sus compañeros, es el leninismo de toda la vida. Decir que la democracia real es la dictadura del proletariado me lleva a pensar en los años 70 del siglo pasado cuando estas milongas todavía llamaban la atención, antes de que conociéramos bien el comunismo real.

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La regeneración de la democracia es un buen banderín de enganche, sólo posible en un tiempo de crisis. No se trata de que los políticos sean ahora más corruptos que en otras épocas sino del efecto que produce mirar las cosas con microscopio. Una hormiga, con la lupa de aumento, resulta un monstruo de lo más amenazador.

A la gente le dicen lo que debe opinar. Los medios consiguen que el individuo crea que se trata de su propio pensamiento cuando en realidad es un mero transmisor en cadena, completamente hueco.

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Hoy se ha celebrado un referendum en Grecia y ha ganado el No. Verdad es que no se sabe a ciencia cierta qué significa exactamente esa negación. ¿No van a pagar sus deudas? De momento la extrema izquierda –aunque el No parece arrastrar a los griegos al desastre económico y, tal vez, a una catástrofe humanitaria– lo vive como la derrota definitiva del Gran Capital a manos del pueblo.